No existe una clasificación oficial y global de los vinos, dependiendo de criterios fundamentados en atributos tales como el color final de la bebida (tintos, blancos, rosados), origen geográfico-histórico (vinos del nuevo mundo, vinos del viejo mundo), origen geográfico, su contenido de azúcares residuales (vinos secos, dulces), etc. La clasificación oficial es un tema reciente en la historia del vino y compete a las autoridades sanitarias de tal forma que se pueda legislar homogéneamente. Los sistemas de clasificación en la actualidad se fundamentan en las regiones. En la actualidad se ofrecen vinos desalcoholizados que poseen pequeñas cantidades de alcohol al mismo tiempo que poseen su aroma. Una de las técnicas para elaborar este tipo de vinos es la osmosis inversa.
Si bien el término «vino» refiere al líquido resultante de la fermentación alcohólica, total o parcial, del zumo de uvas sin adición de otras sustancias, existen otras bebidas que también llevan el rótulo de «vino». Tal es el caso de los vinos fortificados, vinos espumosos (elaborados de acuerdo al método champenoise) y vinos gasificados. En el caso de los vinos fortificados se añade brandy antes o durante la fermentación y los más conocidos son el Jerez, el Oporto, el Madeira y el Marsala. En los vinos elaborados con el método champenoise el proceso culmina con el agregado del licor de expedición. Los vinos gasificados, por su parte, son aquellos a los cuales se les añade artificialmente el gas de forma similar a los refrescos gaseosos.
Asimismo, se utiliza la denominación vinos de frutas referida a bebidas fermentadas con una preparación semejante a la del vino. Son producidos en países cuyo clima (bien frío o cálido) dificulta o imposibilita el cultivo de la uva.